Yo Argonauta(1), mente polícroma, siempre forjando nuevas astucias(2), te ordeno, a ti, Belcebú, ojo negro, oscuro hades, Dios todopoderoso, que abandones mi casa, mi sueño y mis ojos. Tú, falaz trepador, hijo de la más locuaz prostituta, hereje consentido y adivino de la insidia, abandona mi barco, abandona mi mar y huye; huye hacia Alejandría, huye con el toro de Serapis, hacia la columna de Pompeyo, hacia Ítaca y Troya. Tú, diosa impertinente, vástago poseso que has inseminado dolor con tu falso príapo, tú, que has maltratado mi ser inundándolo de Gastrimargia. Heliogábalo, la gula portentosa, la gula de Laertes, padre de Ulises, tú que quisiste engañar al último argonauta vivo(3). Tu gula recoge mis intestinos vacíos y los cuelga de mi cuello, quieres ahogarme y embutirme, tu codo entrando hasta lo más profundo de mi ser, arañas y rascas mis paredes, pero mi mar, mi mar, mi mar me cura. Y Antíclea(4), mi madre, hija de Autólico, gran ladrón, hijo del dios Hermes, dios del latrocinio y la mentira, y de la ninfa Chione, me parió para desgracia tuya, combinación perfecta del Mismísimo Lobo(5) que hinca su colmillo en tu fuente de ira arrancándote un grito camino del avernum.
Yo Argonauta, hijo de la ira, el encolerizado, acabaré contigo, hombre, ser maldito. Y a tu padre escupiré, dios infecto, y a tu madre hablaré con el vicio en mi lengua, a tus hijos tragaré masticando sus hígados y olvidando sus nombres. Tu gula, insensata y golosa de sangre, se volverá contra ti. Tu gula templará mis males, despertando a Penélope, hija de Ícaro, nieta de Ébolo, fabricando una estatua de pudor(6). El pudor del bienaventurado, del acero decapitador, del íncubo y súcubo que yacen muertos ante mis pies por escuchar tus decrépitas plegarias agnósticas. Yo, el que lucha a distancia, mistagogo y vidente, aunque de vida corta pero gloriosa, miraré tu muerte dejando caer una lágrima que será salada y ácida, que inundará tu ser sumergiéndote en la ciénaga de la ignorancia.
Un barco raudo, bien equilibrado, hueco y negro será la muestra de mi victoria, y diré: la saqueé y maté a sus defensores, tomé de la vida sólo lo puro y para vivir sólo lo necesario. Llora en tu miseria, nunca debiste nacer, mis olas se convertirán en afiladas lanzas. Eólo las enviará, Neptuno abrirá su pecho dejándome correr a través suya.Tú quedarás atrás, vencido. Quisiste apartarme de la búsqueda de un camino profundo, abnegando mi mente de mentiras y odios, de infecundos deseos, del auténtico camino con el que reencontrar mi soledad. Yo, Argonauta, ladrón y Dios, digo: déjame encontrar, Zeus, el sentido a la muerte en la plena lucidez, ante la falta del mundo.
Detesto tu importunio, Satán, tu inveterada risa, sabiendo que poseo la Apokatastasis panton, la renovación de todas las cosas. Me alejo de ti, primera figura, gastrimargia insensata, agotado de tanto ergotizar y diciendo Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a cru voir(7). Tu ataraxia planea sobre mi cabeza sabiendo que me tientas, tus ojos, primeros instantes de desorden, ganaron mi corazón, pero tus ascos internos defecaban por tus orejas. Te descubrí tarde, estabas rodeado de un mijo agusanado y maculoso con el que escanciabas tus cabellos, y vi lo que el hombre había creído ver. Vi la transgresión, el castigo y la redención, vi al falso profeta nutrido de la falsa Biblia, reclutado en la injusticia y la impronta conformista, te vi cómodo, vil, alejado, agarrado a tu pasado y lloroso. Querías darme lástima, el sexo era tu raíz, el erotismo era tu tallo y el amor era tu carnívora flor(8), pero el mar era mi savia, Argos(9) mi trono, siendo mi vela el aliento de Eolo.
Y veo niños. El tiempo nunca muere. El círculo no se cierra. Inverecundo diablo, ojos de azul, ojos de miedo, ojos tan tiernos que ya son cielo, ojos de aire, ojos sinceros, ojos que lloran, ojos que vuelan, ojos que cubren de flores el Universo. Así robaste mi ser. Una lágrima hecha perfume, un beso que nace río, una caricia que templa el cuerpo, una piel, un olor, un ungüento, un nacer, un morir, un encuentro. Anestesiado me tienes, Creía verte áureo, limpio, tierno. Y creí tu liturgia abonada en las sinagogas más ilustres, en las divinas mezquitas, en las mayores catedrales. Y en tus ojos veo el mar, y en mi boca tienes tu huerto, y en tu mar resta mi barco, y en mi huerto está tu alimento, mordaz deseo de posesión, lacerante acrimonia, acre al gusto, me sometías. Y en el mar vivo, oigo y tiemblo, y en tu mar siento y muero, y en tus olas despierto, y en tu fondo yo me encuentro.
Leviatán, incestuoso, me arrumbabas confundiendo mi ritmo, arrinconándome, obteniendo satisfacción de mis ingenuos sueños. Pero no, inválido que yaces desesperado por tus ingentes carencias, un azul que es viento, un azul que es vida, una vida que es fuerte, una fuerza que da rabia, una rabia que siembra muerte, una muerte que da vida, una vida para encontrarme. Tu taumaturgia erró, un frío de acero, un semblante insólito, un vaivén, una tentación, un desconcierto. Hoy hace calor y tengo frío, hoy hace frío y tengo calor. Hoy el día corre y no recuerdo. Que pare el tiempo, que pare el cielo, que pare el sueño. Dejadme acabar con esto, dejadme regar mi huerto, que ya no veo el mar, ni la luna, ni el cielo, ni el fuego. Tu ciencia sabe que correr yo quiero, tu ciencia sabe que en ella me encuentro, tu ciencia cree que posee mi suelo, tu ciencia llorará al saber por qué me muevo.
El silencio será mi despotismo, tu obra rendida. Sin arte nada, sin sueños noches, sin libros pena, sin vida muerte,sin amor infierno. Me has roto, me he roto en la tristeza del engaño, yo no quiero llorar, yo quiero matar, matarlos a todos, robarles la vida, quedarme en paz, la paz de mi escondite. Rompo tu usura con un beso de agua que dejo resbalar, como rocío bendito, por la comisura de tus labios. Tibieza la mía, que ya sin miedo alguno, me permite bendecirte esperando que renazcas de tus miserias.
Las llagas hechas por tus arpones las he olvidado, vertieron bilis y ácidos, hiriendo mi cuerpo. Ando esquilmado de energías y aún te perdono. Hipócrita me dices, si bien has arrodillado tu cabeza, te has plegado a mi fuerza heredera de la progenie de Ulises, mi padre, yo, hijo, yo padre, él conmigo y son tres. El reposo me llama. Tus mareas han sido gobernadas con mi golpe de timón, y yace mi mar, el NOSTRUM, templado, silencioso y navegable. Que sople el viento, el gran hereje. Hombre, has recibido el primer aldabonazo, más aguarda, la pléyade celeste acaba de rendir cuentas. Ateo, Dios, tecnócrata, navegante y astrónomo. Odiseo castigó al mal interprete, al traidor, a mil años de penas. Pero ya vuelve. Y así te encuentro, así me enfrento por primera vez a tu cuerpo, eres hombre y ya te he confundido con el diablo, eres amargor y ya he presenciado tu primer insulto, acabo de empezar el viaje y ya me duele todo. Hombre que contigo he de luchar.
NOTAS:
1.Ver la obra de Apolonio de Rodas, Las Argonáuticas. Eolo, héroe epónimo del pueblo de los Eolios, tiene un hijo, llamado Atamante. Este a su vez tiene dos hijos, Frixo y Hele, con su primera esposa. Tras repudiar a la primera esposa, Atamante se promete en matrimonio con Ino, perfecto ejemplo de madrastra malvada, que busca la muerte de Frixo y Hele. Atenta los ardides de Ino, la primera esposa de Atamante consigue rescatar a Frixo, que llevado por los aires a horcajadas de un portentoso vellón de oro es liberado en el remoto país de la Cólquide. Su hermana Hele perece en el camino. Allí Frixo contrae matrimonio con Calcíope, hija del rey de los Colcos, Eetes. Frixo sacrifica el carnero, ofreciendo su maravilloso vellón al rey, que a su vez lo ofrenda al dios Ares.
En una segunda etapa, con el mito de Atamante, de Frixo y el vellón de oro, se funde la historia de Jasón y el rey Pelias. A éste, soberano de Yolco, en Tesalia, le había sido profetizado que un hombre al que viera de entre su gente con una sola sandalia sería el instigador de su muerte. Este hombre es su sobrino Jasón, y Pelias se vale de una añagaza para enviarlo a una expedición, de la que espera no retorne jamás, en busca del famoso vellón de oro en poder del rey Eetes. Es de este punto de donde arranca el poema de Apolonio.
2. Así llama la diosa Atenea a Ulises.
3. Laertes, padre de Ulises, fue considerado uno de los argonautas que más tarde murió.
4. Madre de Ulises.
5. Seudónimo con el que se conocía al abuelo de Ulises, Autólico.
6. El padre de Penélope, Ícaro, mandó levantar una estatua en honor a su hija que abandonó su tierra para ir a vivir con Ulises.
7. Rimbaud.
8. Octavio Paz, La llama doble: amor y erotismo.
9. Nave en la que viajaba Jasón, argonauta que encabezaba la expedición a la Cólquide.