3.11.09

ULISES: La Naturaleza del Hombre

Mito 1. 
Héroe contra Hombre


Yo Argonauta(1), mente polícroma, siempre forjando nuevas astucias(2), te ordeno, a ti, Belcebú, ojo negro, oscuro hades, Dios todopoderoso, que abandones mi casa, mi sueño y mis ojos. Tú, falaz trepador, hijo de la más locuaz prostituta, hereje consentido y adivino de la insidia, abandona mi barco, abandona mi mar y huye; huye hacia Alejandría, huye con el toro de Serapis, hacia la columna de Pompeyo, hacia Ítaca y Troya. Tú, diosa impertinente, vástago poseso que has inseminado dolor con tu falso príapo, tú, que has maltratado mi ser inundándolo de Gastrimargia. Heliogábalo, la gula portentosa, la gula de Laertes, padre de Ulises, tú que quisiste engañar al último argonauta vivo(3). Tu gula recoge mis intestinos vacíos y los cuelga de mi cuello, quieres ahogarme y embutirme, tu codo entrando hasta lo más profundo de mi ser, arañas y rascas mis paredes, pero mi mar, mi mar, mi mar me cura. Y Antíclea(4), mi madre, hija de Autólico, gran ladrón, hijo del dios Hermes, dios del latrocinio y la mentira, y de la ninfa Chione, me parió para desgracia tuya, combinación perfecta del Mismísimo Lobo(5) que hinca su colmillo en tu fuente de ira arrancándote un grito camino del avernum.

Yo Argonauta, hijo de la ira, el encolerizado, acabaré contigo, hombre, ser maldito. Y a tu padre escupiré, dios infecto, y a tu madre hablaré con el vicio en mi lengua, a tus hijos tragaré masticando sus hígados y olvidando sus nombres. Tu gula, insensata y golosa de sangre, se volverá contra ti. Tu gula templará mis males, despertando a Penélope, hija de Ícaro, nieta de Ébolo, fabricando una estatua de pudor(6). El pudor del bienaventurado, del acero decapitador, del íncubo y súcubo que yacen muertos ante mis pies por escuchar tus  decrépitas plegarias agnósticas. Yo, el que lucha a distancia, mistagogo y vidente, aunque de vida corta pero gloriosa, miraré tu muerte dejando caer una lágrima que será salada y ácida, que inundará tu ser sumergiéndote en la ciénaga de la ignorancia.

Un barco raudo, bien equilibrado, hueco y negro será la muestra de mi victoria, y diré: la saqueé y maté a sus defensores, tomé de la vida sólo lo puro y para vivir sólo lo necesario. Llora en tu miseria, nunca debiste nacer, mis olas se convertirán en afiladas lanzas. Eólo las enviará, Neptuno abrirá su pecho dejándome correr a través suya.Tú quedarás atrás, vencido. Quisiste apartarme de la búsqueda de un camino profundo, abnegando mi mente de mentiras y odios, de infecundos deseos, del auténtico camino con el que reencontrar mi soledad. Yo, Argonauta, ladrón y Dios, digo: déjame encontrar, Zeus, el sentido a la muerte en la plena lucidez, ante la falta del mundo.

Detesto tu importunio, Satán, tu inveterada risa, sabiendo que poseo la Apokatastasis panton, la renovación de todas las cosas. Me alejo de ti, primera figura, gastrimargia insensata, agotado de tanto ergotizar y diciendo Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a cru voir(7). Tu ataraxia planea sobre mi cabeza sabiendo que me tientas, tus ojos, primeros instantes de desorden, ganaron mi corazón, pero tus ascos internos defecaban por tus orejas. Te descubrí tarde, estabas rodeado de un mijo agusanado y maculoso con el que escanciabas tus cabellos, y vi lo que el hombre había creído ver. Vi la transgresión, el castigo y la redención, vi al falso profeta nutrido de la falsa Biblia, reclutado en la injusticia y la impronta conformista, te vi cómodo, vil, alejado, agarrado a tu pasado y lloroso. Querías darme lástima, el sexo era tu raíz, el erotismo era tu tallo y el amor era tu carnívora flor(8), pero el mar era mi savia, Argos(9) mi trono, siendo mi vela el aliento de Eolo.

Y veo niños. El tiempo nunca muere. El círculo no se cierra. Inverecundo diablo, ojos de azul, ojos de miedo, ojos tan tiernos que ya son cielo, ojos de aire, ojos sinceros, ojos que lloran, ojos que vuelan, ojos que cubren de flores el Universo. Así robaste mi ser. Una lágrima hecha perfume, un beso que nace río, una caricia que templa el cuerpo, una piel, un olor, un ungüento, un nacer, un morir, un encuentro. Anestesiado me tienes, Creía verte áureo, limpio, tierno. Y creí tu liturgia abonada en las sinagogas más ilustres, en las divinas mezquitas, en las mayores catedrales. Y en tus ojos veo el mar, y en mi boca tienes tu huerto, y en tu mar resta mi barco, y en mi huerto está tu alimento, mordaz deseo de posesión, lacerante acrimonia, acre al gusto, me sometías. Y en el mar vivo, oigo y tiemblo, y en tu mar siento y muero, y en tus olas despierto, y en tu fondo yo me encuentro.

Leviatán, incestuoso, me arrumbabas confundiendo mi ritmo, arrinconándome, obteniendo satisfacción de mis ingenuos sueños. Pero no, inválido que yaces desesperado por tus ingentes carencias, un azul que es viento, un azul que es vida, una vida que es fuerte, una fuerza que da rabia, una rabia que siembra muerte, una muerte que da vida, una vida para encontrarme. Tu taumaturgia erró, un frío de acero, un semblante insólito, un vaivén, una tentación, un desconcierto. Hoy hace calor y tengo frío, hoy hace frío y tengo calor. Hoy el día corre y no recuerdo. Que pare el tiempo, que pare el cielo, que pare el sueño. Dejadme acabar con esto, dejadme regar mi huerto, que ya no veo el mar, ni la luna, ni el cielo, ni el fuego. Tu ciencia sabe que correr yo quiero, tu ciencia sabe que en ella me encuentro, tu ciencia cree que posee mi suelo, tu ciencia llorará al saber por qué me muevo.

El silencio será mi despotismo, tu obra rendida. Sin arte nada, sin sueños noches, sin libros pena, sin vida muerte,sin amor infierno. Me has roto, me he roto en la tristeza del engaño, yo no quiero llorar, yo quiero matar, matarlos a todos, robarles la vida, quedarme en paz, la paz de mi escondite. Rompo tu usura con un beso de agua que dejo resbalar, como rocío bendito, por la comisura de tus labios. Tibieza la mía, que ya sin miedo alguno, me permite bendecirte esperando que renazcas de tus miserias.

Las llagas hechas por tus arpones las  he olvidado, vertieron bilis y ácidos, hiriendo mi cuerpo. Ando esquilmado de energías y aún te perdono. Hipócrita me dices, si bien has arrodillado tu cabeza, te has plegado a mi fuerza heredera de la progenie de Ulises, mi padre, yo, hijo, yo padre, él conmigo y son tres. El reposo me llama. Tus mareas han sido gobernadas con mi golpe de timón, y yace mi mar, el NOSTRUM, templado, silencioso y navegable. Que sople el viento, el gran hereje. Hombre, has recibido el primer aldabonazo, más aguarda, la pléyade celeste acaba de rendir cuentas. Ateo, Dios, tecnócrata, navegante y astrónomo. Odiseo castigó al mal interprete, al traidor, a mil años de penas. Pero ya vuelve. Y así te encuentro, así me enfrento por primera vez a tu cuerpo, eres hombre y ya te he confundido con el diablo, eres amargor y ya he presenciado tu primer insulto, acabo de empezar el viaje y ya me duele todo. Hombre que contigo he de luchar.


NOTAS:

1.Ver la obra de Apolonio de Rodas, Las Argonáuticas. Eolo, héroe epónimo del pueblo de los Eolios, tiene un hijo, llamado Atamante. Este a su vez tiene dos hijos, Frixo y Hele, con su primera esposa. Tras repudiar a la primera esposa, Atamante se promete en matrimonio con Ino, perfecto ejemplo de madrastra malvada, que busca la muerte de Frixo y Hele. Atenta los ardides de Ino, la primera esposa de Atamante consigue rescatar a Frixo, que llevado por los aires a horcajadas de un portentoso vellón de oro es liberado en el remoto país de la Cólquide. Su hermana Hele perece en el camino. Allí Frixo contrae matrimonio con Calcíope, hija del rey de los Colcos, Eetes. Frixo sacrifica el carnero, ofreciendo su maravilloso vellón al rey, que a su vez lo ofrenda al dios Ares.
En una segunda etapa, con el mito de Atamante, de Frixo y el vellón de oro, se funde la historia de Jasón y el rey Pelias. A éste, soberano de Yolco, en Tesalia, le había sido profetizado que un hombre al que viera de entre su gente con una sola sandalia sería el instigador de su muerte. Este hombre es su sobrino Jasón, y Pelias se vale de una añagaza para enviarlo a una expedición, de la que espera no retorne jamás, en busca del famoso vellón de oro en poder del rey Eetes. Es de este punto de donde arranca el poema de Apolonio.

2. Así llama la diosa Atenea a Ulises.
3. Laertes, padre de Ulises, fue considerado uno de los argonautas que más tarde murió.
4. Madre de Ulises.
5. Seudónimo con el que se conocía al abuelo de Ulises, Autólico.
6. El padre de Penélope, Ícaro, mandó levantar una estatua en honor a su hija que abandonó su tierra para ir a vivir con Ulises.
7.  Rimbaud.
8. Octavio Paz, La llama doble: amor y erotismo.
9. Nave en la que viajaba  Jasón, argonauta que encabezaba la expedición a la Cólquide.

LA SOBERBIA. LIBRO. CAPITULO 5

CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
LA SOBERBIA

CRISTO TRAICIONADO
5
LAS NEGACIONES DE PEDRO


Pedro estaba fuera sentado en el atrio. Se le acercó una criada y le dijo:
Tú también estabas con Jesús, el galileo. Pero él lo negó delante de todos,
diciendo: No sé lo que dices.
(Mateo, triple negación de Pedro, 26, 72-75)


La expulsión de Il Moro traía en jaque al claustro del colegio Cardenalicio. Se sabía que entre los novicios había algunos interesados en sacar de quicio el asunto. Los retiros espirituales a Il Gesú, que se celebraban el primer y último domingo de cada mes, eran el lugar idóneo donde los novicios discutían los últimos acontecimientos ocurridos, cuchicheando unos entre otros, como si de las púberas del harán del Rey Salomón se tratara. Los más blandos se acercaban a hurtadillas a los corros mayores, donde de puntillas, y apoyando la oreja en los más alejados del centro, escuchaban atentamente, para luego salir corriendo, como si al aviso de ¡cuidado!, algún Cardenal se acercara. Luego, tras unos segundos y, habiendo comprobado que nadie se acercaba, volvían a integrarse en el círculo, siempre distantes, para seguir escuchando lo que los representantes más locuaces del orden social de la Iglesia tenían que decir.

El segundo círculo, más cercano a la discusión, que en este caso era acalorada pues acometía con ímpetu la excomunión de Il Moro, pertenecía a los novicios apostolarios, es decir, a los que eran seguidores de los respectivos heraldos de cada secta. Estos se agrupaban y amontonaban unos sobre otros, siempre cerca de su líder, como si cuanto más amasijo de carnes se produjera más sensación de seguridad y fuerza se proyectara sobre el otro. Estos segundos no prorrumpían con comentario alguno, sólo se limitaban a asentir las defensas de sus precursores o a negar con la cabeza las intempestivas del contrario.

Cuanto más se acercaba uno al círculo central más calor hacía. Allí había cruces de miradas que más parecían puñales afilados, la verborrea era lúcida, llena de retórica y recursos estilísticos, el latín florecía, como en la primavera las flores del almendro, rápidas, erguidas y perfumadas, aunque en algunos casos el perfume fuese bastante hediondo. El primer círculo, el de los condottieri, se reducía a un campo de acción de metro y medio. Los dos novicios contrincantes, que obedecían a los nombres de Pape y Humberto, mostraban personalidades muy acusadas. El primero, Pape, alumno predilecto de Monseñor Réprobo, era estoico en sus gestos, frío y calculador. Ningún ademán que mostrara impaciencia o vehemencia sobresalía de sus extremidades y tan sólo su sonrisa, vista de perfil, ofrecía una pequeña muestra de sus verdaderas intenciones. Sus ojos eran clavos de color azul, penetraban el alma del contrincante estudiando el más mínimo indicio de debilidad. Por su parte, Humberto, era más humilde que el anterior en sus formas. Hombres contumaz, poseía el don de la dialéctica y la sagacidad del orador. Era capaz de rehacer el discurso de su compañero para así demostrar la flojedad de su argumento. Su guía espiritual era el Cardenal Venancio el Casto.

Querido Humberto, ya sabes el dicho: no dar a los cerdos las perlas...¿recuerdas el final hermano?

Sí, Pape, lo recuerdo, y también recuerdo la hipocresía de los maestros de la ley y de los fariseos en Lucas 11, 39-40 a los que Cristo les dice: Vosotros los fariseos limpiáis por fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. ¡Insensatos! Y eso es lo que habéis hecho con Il Moro. Tu hermano Justo y tú mismo, cuando os llamaron a declarar, pues erais los únicos novicios con habitaciones contiguas a la suya, jurasteis ante el comisionado que por las noches le oíais gemir, como si de una perra en celo se tratase. También añadisteis, que algunos días de frío, justo al amanecer, Il Moro mascullaba palabras indescifrables, y que una vez, pegando la oreja a la pared que separaba las habitaciones, conseguisteis oír lo siguiente: Pape Satán, Pape Satán, Aleppe. Vuestro testimonio fue falso e injurioso, seguramente empujado por algún que otro protector que no deseo nombrar. Ya ves, novio de la Iglesia, si por haber leído en voz alta la Divina Comedia, en su canto VII, se excomulgó a Il Moro, ¿ que no habría de pasarte a ti, que te llaman Pape? ¿No sería lógico pensar, si quiera por un momento, que tu nombre obedece al deseo del diablo, que enamorado de tu madre, la convenció para que te diera su nombre?

Un gran murmullo estalló en la sala entre el resto de los novicios. Los últimos, Desiderio y Majín, al oír nombrar la palabra diablo, salieron corriendo hacia el confesionario. Tras esperar breves segundos, se volvieron a unir al grupo. El resto esperaba inquietante la respuesta de Pape. Un silencio, agorero de guerra, merodeaba por las cabezas de los discípulos de los Cardenales, que ya impacientaban.

Ya veo, querido Humberto, el Humilde, ¿no es así como te llaman?, que tu vehemencia te traiciona, a ti y a los tuyos. Bien sabes que siempre has sido hijo de mi estima, tu eminente retórica dispuesta, en la primera llamada, al servicio de nuestra santa casa, siendo tu entrega valiente el escudo protector de esas cofradías evangelizadoras que dicen llamarse libertarios. Tienes mérito, sí, creo que tienes mérito. Te recomendaré entonces al Cardenal Divinis para que te instruya en el conocimiento de los entremeses, esas pequeñas galanterías del vulgo de la España de Cervantes con las que tanto se reía el populacho. Creo que si durante la comida nos recitaras unos cuantos, sirviéndote, como no, del gracejo con el que nos has deleitado ahora mismo, el Colegio te estaría eternamente agradecido. Sirvan estas palabras de introducción a tu perorata. Por otra parte, queda añadir a tu pronunciamiento revolucionario, que más veo un discurso cismático y ridículo que una construcción de interés para la Iglesia. Tu amigo Il Moro, al igual que lo que tú representas, me trae a la memoria aquellos cardenales disidentes que eligieron a Clemente VII y que más tarde reunidos en Pisa volvieron a nombrar a otro Papa, en este caso Alejandro V, olvidando que el Santo Pontífice, Urbano VI, era el elegido. Ahora bien, la esperanza y la fe es lo último que uno debe de perder en casos como el tuyo, si de ejemplo sirve la historia de la Iglesia Católica. Treinta y nueve años tardamos en recomponer el Orden Divino, el que Cristo nos impuso. Treinta y nueva años tardamos en llegar al Concilio de Constanza, donde Martín V dio fin a este cisma. Y así hasta ahora. Y la pregunta que me hago es la siguiente: si algo tan devastador para nuestra fe, como fue la existencia de tres Pontífices, fue derrotado en tan sólo treinta y nueve años, cuánto tiempo crees que vas a ser capaz de aguantar tú, joven novicio. Mese, un año, o quizás tan sólo la muerte del actual Pontífice, que ya parece cercana.

La muralla de aduladores rompió a reír ante la respuesta de Pape. El revuelo se hacía cada vez más evidente y ya nadie podía controlar lo que allí ocurría. De repente una voz de alarma sonó al fondo del pasillo:

¿Qué son esas risas, malditos diablos, qué son esas voces que importunan la paz de esta santa casa? ¡Desgraciados!

Las contiendas que, dos veces al mes, se presenciaban en la Iglesia de Il Gesù, eran fiel reflejo de los enfrentamientos existentes, desde hace ya muchos años, entre los Cardenales. Como sus Eminencias no podían insultarse públicamente dado que se suponía que en esas jerarquías el control del espíritu eran tan elevado que ya nada, o casi nada, podía hacerles perder la compostura, utilizaban a sus súbditos, mejor dicho, predilectos, para airear su enemistad. A más acidez entre los novicios, más deseos de venganza entre los Cardenales. Si alguien quería conocer qué había ocurrido durante el mes entre los más altos representantes de Dios en la Tierra, sólo tenía que acercarse a los retiros espirituales. Allí todo se aireaba, como en público bando.

Lo que nadie podía imaginar era que ya existía una conspiración, urdimbre en toda regla, por parte de los Cardenales de la Obra de Dios, para deponer al Cardenal Fidelio, amigo de Heterodoxia y actual director del Colegio. Los planes estaban trazados, ya sólo faltaba dar el primer paso. Pronto los novicios cercanos a la teología libertaria empezarían a sufrir accidentes.


*

El Consejo de Estado del Vaticano estaba reunido desde las ocho de la mañana. Hacía calor, los Cardenales más entrados en carnes se habían desabrochado la pechera y sudaban la gota gorda. Las cuentas no cuadraban, el Banco Vaticano tenía un déficit que superaba el medio billón de dólares. El seguimiento hecho a tres cuentas, que obedecían a los nombres de Quanta Cura 666, Syllabus 69 y Aeterni Patris 000, demostraba que la gestión realizada estaba siendo un fracaso. La prensa internacional hurgaba cada vez más en la sangrienta herida, acusando al Banco Vaticano de lavar dinero del narcotráfico y de fraude. Las noticias volaban de un país a otro, ofreciendo los mismos patéticos análisis. Los directores de los noticieros más atrevidos ofrecían imágenes de países en los que la fe católica estaba instaurada y, donde los niños y niñas morían de hambre, confrontándolas con los tan  manidos argumentos de la sociedad católica y los distintos organismos de las Naciones Unidas que se explicaban como mejor podían aduciendo: las arcas de la Iglesia están vacías; el presupuesto es reducido y además los países miembros están retrasados en el pago de sus cuotas. El escándalo empezaba a tomar magnitudes desproporcionadas. El Consejo de Estado pedía explicaciones al Presidente del Banco Vaticano, un seglar beato, buen conocedor del mundo financiero. Su nombre, Rudolf Buttom. De origen alemán, este tudesco, había trabajado en la banca italiana durante treinta años. Sus buenas relaciones con el clero y su probada ortodoxia católica le habían hecho ganar el favor del Pontífice anterior.

Reunión del Consejo de Estado Vaticano:

Quanta Cura 666, dos mil millones de dólares, de los cuales cien han desaparecido - dijo el Cardenal Mittwoch, secretario del Consejo -. Esta cuenta tiene su fuente de ingresos en Filipinas, donde nuestros enviados hacen una labor fantástica de recaudación. Según el informe que ahora leo, una firma autorizada ordenó al señor Buttom hacer una transferencia por valor de cincuenta millones de dólares, y otra por la misma cantidad al Banco C. Medellín en Colombia.

El director de la sucursal de Bogotá nos ha dicho que no nos puede facilitar el nombre del titular oficialmente, pero a título personal se pronunció en los siguientes términos: la cuenta está a nombre de un testaferro, un empresario colombiano, muy amigo del que fuera Nuncio de su Santidad en Colombia, y de su consejero, el Cardenal Pax et Bellum.

Si revisamos los nombramientos hechos por el antecesor de Pablo III - agregó el Cardenal Mittwoch - observamos que: el Nuncio para Colombia era Monseñor Oscuro, consejero del banco y uno de los tres con autorización para utilizar las cuentas. Desgraciadamente fallecido hace un año. Así pues, sólo nos queda el Cardenal Pax et Bellum, asesor suyo, y del cual sabemos, por el servicio de información vaticano, que sus actuaciones en Colombia fueron un poco desordenadas.

Cardenal Bellum - preguntó el Cardenal Mittwoch -. No es cierto que el titular de la cuenta es el Sr. Escombro, Paulo Escombro.

No sé lo que dice, Cardenal.

Le repetiré la pregunta. No es cierto que en casa del Nuncio Oscuro se celebró una cena en la que estaban presentes el Sr. Escombro, el Alcalde de Bogotá, el Nuncio y usted. Responda, por favor.

Le repito que no conozco a ese hombre.

Cardenal Bellum, no está facilitando la investigación. Nadie le ha acusado todavía de haber hecho uso de esa cuenta. Tan sólo queremos ir atando cabos hasta dar con el dinero y su uso. Le formularé la pregunta de otra manera: Tenía usted conocimiento o sospecha alguna de que el Nuncio, Monseñor Oscuro, tuviese entre sus amistades a don Paulo Escombro.

No, Cardenal. Juro y perjuro que no conozco a ese hombre.

ADENDUM

Por lo que respecta a la reconquista de la dirección del Colegio Cardenalicio, nada podían sospechar los libertarios, representados por Heterodoxia. Una comisión, encabezada por el Cardenal Fidelio y de la que formaban parte el Cardenal Inocencio y el Cardenal Heterodoxia, se reunía con el Pontífice diariamente para preparar una nueva encíclica, cuyo título ya se conocía: Pacem in terris. La elaboración de este mensaje papal tenía abstraídos a los hijos de Loyola, momento que aprovecharon la corte de los ortodoxos para moverse a su libre albedrío, con total impunidad.

En cuanto a las negaciones de Pedro, sólo añadir que tuvieron su sinónimo en las respuestas del Cardenal Maledetto, aunque el antónimo fue el llanto de arrepentimiento que nunca existió.

2.11.09

LA SOBERBIA. LIBRO. CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
LA SOBERBIA

CRISTO TRAICIONADO 
4
JUDAS ISCARIOTE

Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los sumos
sacerdotes y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entrego?
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde ese
momento buscaba oportunidad para entregarlo.
(Mateo, Traición de Judas, 26-5, 14,16)

 
La madrugada del catorce de septiembre de 1989, día de la Exaltación de la Santa Cruz, fue testigo de uno de los acontecimientos más sibilinos de la historia de la Iglesia Católica, marcando fuertemente, a partir de entonces, el funcionar del Colegio Cardenalicio.

Esa mañana el Consejo de Cardenales tenía que reunirse para elegir al nuevo director del noviciado, un puesto de relevancia al que se presentaban las cabezas más dogmáticas y urdidoras de las sectas de la Iglesia. El interés del nombramiento residía en que era a través de esta dirección como se podía propagar de manera más fácil y eficaz las doctrinas de cada cuartel eclesiástico, pues la elección de los cuadernos teológicos y las editoriales a utilizar dependían directamente del nuevo Ministro del Señor, a punto de ser nombrado.

La batalla se presentaba cruenta. Por una parte los hijos de Loyola, con su nueva Teología Libertaria, pretendían humanizar la misión educadora de la representante de Cristo en la Tierra, la Iglesia. Sus ideas eran casi revolucionarias para el otro gran competidor, la Obra de Dios, que resumía su propuesta de acercamiento a la fe de Cristo en la siguiente sentencia: Necesitamos Santos, no ideólogos. Dado que la ideología libertaria era considerada cercana a la izquierda recalcitrante y comunista de América Latina, los militantes de la segunda secta hacían lo imposible por contrarrestar la buena aceptación que la primera estaba teniendo en el continente americano. Para los primeros la labor evangelizadora pasaba por una justicia social palpable, es decir, un sistema educativo al alcance de todos, un bienestar que garantizase la sanidad y el respeto a los derechos humanos, en resumen, un control al neocapitalismo. Los segundos, más intrasigentes y fortalecidos por la postura conciliadora del Pontifice, proponían la justicia del Anticristo: dar de comer al hambriento para luego hacerlo virtuoso.

Es aquí donde se fraguó la enemistad del Cardenal Heterodoxia con el Cardenal Pax et Bellum. Heterodoxia era en aquel momento introductor de Embajadores en el Vaticano y esto le permitía conocer de primera mano todos los posicionamientos de los miembros del Consejo. Las atenciones que Su Santidad tenía con él pronto se diluirían al ser nombrado director del Colegio el Cardenal Fidelio. Por otra parte, Bellum, director del Instituto de Santificaciones y Epifanías, trabajaba intensamente, día y noche, sin descanso alguno, en la presentación de un documento que facilitara el nombramiento papal de Santo de devoción al fundador de la Obra de Dios. Este proceso de santificación, tedioso en su conjunto, dada la inmensa documentación a recoger, las pruebas que se requerían y la lentitud de la burocracia vaticana, solía demorarse hasta quince años. Tras el nombramiento del candidato del Cardenal Heterodoxia como director del Colegio, Su Santidad decidió otorgar privilegio, por el método de urgencia, al nombramiento del Santo. En tres años todo estuvo listo y un nuevo ilustre llegó a lo más alto de la Iglesia Católica: la póstuma  santidad.
 

Una de la madrugada del catorce de septiembre de 1989. En los aposentos del Cardenal Inicuo se encuentran reunidos cuatro Cardenales más, todos cercanos a la la Obra de Dios. Son los siguientes: el Arzobispo Dogma, Monseñor Réprobo, el Cardenal Nicetas y el Cardenal Pax et Bellum, todos miembros del Colegio Cardenalicio.

Queridos prelados - comenzó el Arzobispo Dogma -, este encuentro tan intempestivo no es común ni habitual, ya lo sé, ya lo sé, pero tampoco es común y menos aún baladí el Consejo que mañana nos ocupa. Del resultado que en pocas horas otorgue la urna se podrán desprender grandes ilusiones para nuestra nueva idea del mensaje crístico, o grandes desastres. El Consejo, ya bien lo sabéis, está compuesto por once ilustres. En la actualidad nosotros controlamos cinco de los once votos, el Libertador de Almas otros cinco, y ahora viene lo interesante, el Cardenal Prudentio se mantiene independiente. Por lo tanto las  posibilidades de obtener mayoría son las siguientes. Primera, que el Cardenal Prudentio vote a nuestro favor, asunto que ahora trataremos, y segunda, que el Cardenal Prudentio se abstenga, con lo cual sería su Santidad el que tendría la última palabra, asunto que no ha de preocuparnos, ahora entenderéis el por qué.

El Cardenal Inicuo empezó a impacientarse ante la posibilidad de una derrota. El resto escuchaban atentos las explicaciones de Dogma.

Por lo que respecta al voto favorable - continuaba el Arzobispo Dogma - del Cardenal Prudentio tengo varias dudas. Nunca a expuesto claramente sus ideas evangelizadoras, es gato viejo y siempre lo recuerdo como un artificiero del arte de la retórica y la prudencia. Siempre a encontrado cargos de relevancia entre la curia regia y ha sido consejero espiritual de varios pontífices. No tiene enemigos conocidos y su voto es un misterio.

Mira Dogma, - saltó nervioso el Cardenal Inicuo -, creo que dada la dilatada carrera de Prudentio, y si tomamos como referencia sus posturas siempre favorables al Papa regente, sería conveniente sugerirle la abstención. Por un lado él no se enfrentaría al Pontífice actual, ni tampoco al próximo. Si además le acompañamos la propuesta con un nuevo cargo, ya pensaremos cual, creo que lo aceptará - dijo riendo. Bien sabéis vosotros de esos azares de la vida, ¿no es así, amigos?

Espera un segundo, no te precipites, que la impaciencia siempre es mala consejera. En principio - adujo Monseñor Réprobo - estás dando por hecho el voto del Pontífice y eso está por decidir. Es cierto que siempre ha sido receptivo a nuestras propuestas, pero yo, ya sabes, como Santo Tomás: el dedo en la llaga.

Escuchar un momento - volvió a intervenir el Arzobispo Dogma -, Inicuo está en lo cierto.

Pero como puedes decir eso - dijo Nicetas.

Escucha lo que tengo que decir, escucha, imprudente - volvió a intervenir Dogma -. Su Santidad va a acercarse esta noche a estos aposentos. He hablado con él esta tarde y me ha confesado estar un poco hastiado de esa nueva teología libertaria y de sus flojos fundamentos. Dice que Roma, Europa, es la cuna del Cristianismo, y que en América lo único que surgen son movimientos feministas, proabortistas y ateos. añade que empieza a cansarse de esta eterna lucha, y que lo  que hace falta es más fe, más fe y menos ideas renovadoras.

Toc, toc - se oyó tras la puerta.
Su Santidad, Su Santidad - dijo el Cardenal Pax. Abrir, abrir rápido.


*

Esa misma noche del catorce de septiembre de 1989, sin nadie sospecharlo, Prudentio tuvo un sueño muy real. De repente le vinieron a la memoria,  y sin saber por qué, imágenes de aquel novicio francés, Néstor se llamaba. Néstor le acusaba de haberle robado la ingenuidad, la infancia y la razón. Le acusaba de haberle confundido y de alejarle de sus hermanos los hombres. Néstor, siempre en el sueño de Prudentio, lloraba a lágrima viva.

Prudentio le decía:

Qué te he hecho yo, joven Néstor, qué te he hecho yo para que me asustes de esa manera.

Ya no recuerdas mi muerte, no recuerdas que después de estar encerrado en el umbral del impío, durante dos semanas, me recibiste en tu habitación y me preguntaste: Néstor, se te han pasado ya esas falsas ansias de decirle al Director del Colegio lo que hay entre nosotros, dime, está tu alma en paz. ¿No lo recuerdas, no recuerdas mi respuesta?

No, Néstor, no - decía el Cardenal en el sueño.

Pues déjame que te lo recuerde, Cardenal. Te dije que no, que iba a hablar con el Cardenal Fenicio nada más despejar el día, y que le iba a contar todas las vejaciones a las que me sometías. ¿Te acuerdas, te acuerdas ya?

Pero Néstor, si tú ya no existes, si estás muerto.

¿Muerto? Muerto por ti que me empujaste desde la ventana del patio, para así hacerme callar. ¿Muerto?, Prudentio, muerto de cuerpo, pero no de alma. Y aquí estoy para hablarte, para no darte descanso.

Dime, Néstor, qué quieres, dímelo ya, que quiero acabar con esta pesadilla.

Escucha atentamente lo que te digo, Cardenal Prudentio: esta noche, cuando yo marche y tu despiertes, vendrán a tu habitación el Cardenal Nicetas y el Cardenal Pax, el Maledetto, a pedirte el voto de mañana. Te ofrecerán una canonjía, Consejero de su Santidad. Cuando esto te propongan, contestarás que sí y te mostrarás adulador con su oferta.

Pero...

Pero calla, calla y no me interrumpas. Como te decía, a la mañana siguiente, cuando hayas de depositar el tu voto secreto, votarás en contra de ellos, des decir, a favor del candidato que proponen los Cardenales Heterodoxia y Venancio el Casto. De esta manera mi alma descansará en paz y ya nunca más sabrás de mí. Recuerda esto cuando despiertes si deseas que nuestra historia permanezca en el anonimato. Que así sea.


ADENDUM

La mañana de la votación llegó. El Cardenal Prudentio fue a escribir su voto. Por un momento dudó y escribió la inicial del candidato del Cardenal Dogma. Al levantar la cabeza para una última reflexión, miró a la ventana del patio. allí estaba Néstor, asomado y señalándole con el dedo decía: Cardenal Fidelio, Cardenal Fidelio, el hombre de Heterodoxia. Así lo hizo.

Los cinco cardenales cercanos a Loyola, el Cardenal Heterodoxia, el Cardenal Inocencio, el Cardenal Bienvenida, el Cardenal Venancio el Casto, y el Cardenal Próspero se abrazaron tras conocer el resultado. Su Santidad, al enterarse del resultado por boca del Cardenal Inicuo, se presentó en los aposentos de Prudentio. Este, al abrir la puerta y ver al Pontífice se hecho las manos a la cara. Las plabras del Santo Padre fueron estas: Judas, Judas, eres peor que Judas.

El Cardenal Prudencio murió a los dos años, el día catorce de septiembre de 1991, recibiendo los santos sacramentos. Su legado: una carta dirigida a su Santidad y al Cardenal Pax et Bellum. El encabezamiento decía: Los demonios del alma existen. El catorce de septiembre de 1989, a las tres de la madrugada tuve una visión.

LA SOBERBIA. LIBRO. CAPÍTULO 3

CAPITULO 1
CAPITULO 2
LA SOBERBIA

CRISTO TRAICIONADO
3
LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS


La sabiduría del humilde le hace erguir su cabeza y le da asiento
en medio de los grandes. No alabes al hombre por su hermosura,
ni desprecies a nadie por su aspecto. Muchos reyes acabaron
sentándose en el polvo, y el que menos se pensaba ciño la corona.
Muchos potentados fueron humillados en extremo, y hombres ilustres
fueron entregados en manos de otros. No censures antes de tener pruebas;
investiga primero, y después corrige. Antes de escuchar no respondas,
y no interrumpas al que habla. No te metas en lo que no te importa.
(Sirácida, 11, 1-9)


Tocaban maitines y los novicios se despegaban de sus sábanas de algodón. Con la primavera el despertar se hacía agradable y generoso. La naturaleza llamaba a sus hijos a la oración, haciendo uso de sus más orgullosos cantos. Las flores se abrían con el rocío del alba y algún que otro futuro sacristán había mojado la cubierta. El padre Fobia impartía su, ya habitual, seminario sobre los escritos de inspiración divina. El aula magna rebosaba de sonrosados y sonrojados novios, unos por ser hijos del concubio másquilo, otros porque la sangre les hervía por rozar el pecho de una doncella.

Buenos días, hijos del señor nuestro Dios - dijo el padre Fobia.

Buenos días, padre Fobia, muy buenos días, padre - contestaron los novicios.

Bien, queridos alumnos. Hoy, no sé por qué, noto cierto aliento lujurioso en el vaho de algunas bocas, todo sea que la noche llama al diablo encendiendo la lujuria en las menos dotadas mentes. Privilegio divino el ser iluminado por la castidad del Esperado. Alabado sea el Crucificado. En fin, dejémonos de bagatelas y vayamos al asunto que hoy nos interesa y que he titulado así: ¿Son los Evangelios Apócrifos hijos de la inspiración divina? Para la exégesis de hoy utilizaremos la obra de nuestro ya conocido ilustre Cardenal Pax et Bellum, titulada: Vinculum fidei victum est, El vínculo de la fe ha sido quebrantado. Veamos, tú, Rafael, comienza la lectura en el capítulo sexto, allí donde dice Parcere subiectis et debellare superbos ( Perdonar a los sometidos y doblegar a los soberbios).

Si, padre, ya comienzo: La llegada del Maligno vendrá precedida de insidiosos escritos, repulsa corrupta donde Cristo, el Hijo de Dios, será presentado como hombre de cópula, hermano carnal de mujeres de mal hacer, padre de hijos de madres desconocidas. Y querrán fundar sus libros en la divina providencia, la inspiración que sólo alimentó a nuestro tratado divino, la Santa Biblia, con sus únicos textos admitidos. Y sus ideas entrarán en la casa del Señor, la Santa Iglesia, para corromperla y ultrajarla. Pero nosotros, elevando nuestras almas, iluminados por las plegarias y la oración, la tríada Padre-Hijo-Espíritu Santo, levantaremos nuestras armas contra esos que amenazan la santa ley con improperios y burlas. Propagaremos la fe cristiana, impidiendo que la apostasía, hermana de los musulmanes, se extienda en la tierra que Yaveh Dios nos otorgó. Y así será...

Una mano joven y temblorosa se elevó entre todas las cabezas que, bien agachadas, seguían la lectura. Nubio, mirando al frente, los ojos clavados en el crucifijo de la pizarra, quería formular una pregunta.

Detente por un momento, Rafael, tu hermano Nubio parece que desea preguntar. ¿ Alguna duda sobre lo leído hasta ahora, hijo ? - dijo el padre Fobia.

Sí padre. Yo he leído el tercer y cuarto libro de Esdras - un murmullo se apoderó de la habitació - y no he encontrado tales ofensas a nuestra dogmática fe. Si uno piensa que lo allí escrito son sólo palabras, retirándole de entrada cualquier facultad divina, no me es posible observar la labor del Maligno. Tampoco he podido leer ningún improperio o burla dirigida a nuestro Señor. A mi lo que de verdad me confunde - proseguía el novicio - es lo siguiente: si Cristo estuvo en la tierra como hombre, cómo es posible que nuestra Iglesia repudie actos como la copula con mujeres, acontecimiento sin el cual la naturaleza no permite la concepción. Si la maternidad es ejemplo de fecundidad, dote divina con la cual el hombre se reproduce en la tierra, cómo es posible que la madre de Jesús, la Virgen María, pariera y conservara la virginidad. Acaso la pérdida de la virginidad es una mácula en la mujer. Cómo podemos concebir el nacimiento desde la virginidad. Y por último, padre Fobia, tampoco entiendo la relación con el Islam. Si el Islam, al igual que el Cristianismo y el Judaísmo, tiene como padre a Abraham, y si su texto sagrado, el Corán, admite la existencia de Cristo como profeta, cómo se entiende la lucha entre hermanos de la misma sangre, hijos del mismo Padre.

Aliquid monstri alunt, Nubio, eso es lo que estás haciendo, alimentar algo monstruoso entre tus hermanos de catequesis. Cristo vino como hombre a la tierra, pero siendo el verdadero hijo de Dios. Su cuerpo no podía ser compartido con ninguna mujer, su espiritualidad y bondad estaban más allá del deseo carnal. ¿ Cómo te atreves a pronunciar semejantes pensamientos simoníacos y pecadores, cómo es posible que iguales el Islam con el Cristianismo, con qué atrevimiento hablas de hijos de un mismo padre? Debes saber, Nubio, que el Islam es el competidor del Cristianismo, la religión del infiel, la religión que invade tierras santas cristianas, la religión que invita a la guerra y a la invasión. No respeta la tríada unitaria y no admite a Cristo como hijo legítimo de Dios. Dime Nubio, quién es tu confesor eucarístico, tu guía espiritual.

Padre fobia, qué importancia tiene quién sea mi confesor. ¿No es lícita la pregunta ante la duda, no es lícita la pregunta ante la intención de profundizar, acaso no es lícita, padre mío, la pregunta ante la exégesis, el cuestionamiento de lo estimado para así mejor acomodarse a las nuevas ideas de la fe católica, para así mejor prepararse para la secularización de la religión, padre?

 Nubio, ¡calla y contesta a lo que te pregunto! ¿Quién es tu confesor?, responde, que mas pareces un jesuita revolucionario que un futuro hombre de la Obra de Dios.

Pero padre - dijo el novicio.

¡Responde!, Nubio.

Si. Mi confesor es el Cardenal Heterodoxia, deseáis hablar con él.

Nubio, abandona el seminario de inmediato. Hablaré con el Cardenal Bellum para que se te aplique el código disciplinario correspondiente. ¡Sal!
Si padre. Perdonar la insistencia de mis ideas.

Nubio sabía bien lo que hacía. Era el hijo primogénito de un aristócrata de Bolonia, el Duque de Emilia Romagna, conocida entre la ciudadanía como Marcel il Arroganti. Previa su muerte el Duque decidió donar toda su fortuna al Colegio Cardenalicio. Las condiciones para el disfrute de tan ingente pecunia eran las siguientes: que su hijo Nubio fuera aceptado como postulante; que la gestión de la herencia fuera encargada al Cardenal Heterodoxia, a quien le unía una gran amistad; y que fuese este mismo Cardenal el confesor y guía espiritual de su primogénito.

El Cardenal Heterodoxia, por su parte, era enemigo del Cardenal Pax et Bellum. Sus ideas eran más liberales y cercanas al rebaño de Dios, es decir, los feligreses. El Cardenal Bellum, siempre envuelto en el misterio de su ideología, era ultraconservador y nada conformista. Tan sólo el poder económico conferido al Cardenal Heterodoxia le impedía mostrarse más belicoso de lo que era. El Papa actual, a diferencia del anterior, estaba más cercano a la obra de Loyola que su predecesor, más proclive a las sectas elitistas. El escenario era favorable, dada la amistad entre el Pontífice Pablo III, el Inmaculado, y el Cardenal Heterodoxia, a Nubio.

*

Cardenal Pax, hemos de hablar con urgencia. Acabo de descubrir una trama revolucionaria, nacida, como no podría ser de otra manera, del Liberador de Almas - así era conocido el Cardenal Heterodoxia entre sus enemigos. Hemos de hacer algo o de seguir así acabará con nuestro poder de coacción. El asunto es más serio de lo que parece y no se lo podemos permitir.

¿Qué ha ocurrido padre Fobia?, decidme.

El hijo del Arroganti se me ha sublevado en el seminario, incitando al resto de postulantes a aceptar posturas libertinas. El muy atrevido ha interpretado su texto, Parcere subiectis, diciendo que no hay nada de injurioso en los Evangelios Apócrifos, en las lecturas del tercer y cuarto libro de Esdras.

No te preocupes padre Fobia, de momento contamos con el control de la mayoría de los novicios, sus confesores son cercanos a las ideas de nuestro fundador y siempre los podemos lanzar contra ese insidioso pupilo del Libertador. De todas maneras, llamaré de inmediato al Arzobispo Dogma para ver que hacemos. Tranquilízate y retírate, deja esta rebeldía en mis manos. Ya te avisaré.

*

Querido Heterodoxia, cómo estás, cuánto tiempo sin saber de ti. Cómo está el Pontífice, qué noticias traes acerca de la Evangelización en América Latina, cómo es su estado de salud. Nos tiene a todos tan preocupados que las oraciones ya me parecen insuficientes. Dime, dime.

Cardenal Bellum, cierto es que hacía tiempo que no coincidíamos. Celebro verte tan egregio como siempre, tan erguido y dispuesto. Me alegro tanto...

Gracias, gracias, buen amigo. Pero dime, cuéntame noticias.

Todo va despacio, querido Pax, la labor evangelizadora se ve frenada por el incesante crecimiento de sectas emanatistas y distanciadas de la misión de Cristo. Hay que deshacer algunas de las posturas dogmáticas impuestas por los herederos del anterior Pontífice y eso es trabajo duro. Tú sabes bien de lo que hablo, ¿no?

Bueno, bueno.

Por lo demás la salud del Pontífice es excelente, parece que con cada nueva misión evangelizadora que consigue captación de feligreses, con cada nuevo miembro que ingresa en nuestra obra y con la propagación, cada día más visible, de su nueva propuesta doctrinal, Cristo propulsor de la Justicia Social, su corazón palpita con más  fuerza, siendo su ilusión renovada con más ímpetu.

Cuanto celebro que me traigas esas noticas. Bien sabes que la salud del emisario divino siempre me ha preocupado, no digamos ya su misión catequizadora. Me alegro, querido Heterodoxia.

Por cierto, querido Pax, parece que mi protegido, Nubio, ha sido expulsado del seminario del padre Fobia. ¿Qué ha ocurrido?

Nada de importancia, un impulso juvenil fruto de la primavera. Nada que merezca tu preocupación, aunque una pequeña llamada al orden sería conveniente. Pero vamos, nada de importancia como te decía.

Es la juventud, sí,  la juventud. Hablaré con él para que no se repita tal algarabía delante de los otros novicios. Así lo haré, para que el orden y la responsabilidad reinen en la casa de Dios.

ADENDUM

Nubio no fue castigado y los Evangelios apócrifos entraron en la casa de Cristo, como decía el Maledetto en su obra. Por otra parte Nubio y el Cardenal Libertador se volvieron a ver en confesión. Las primeras palabras del Cardenal fueron las siguientes: Caelum ipsum petimus stultitia, Nubio (Con nuestra estupidez queremos alcanzar el cielo)

1.11.09

LA SOBERBIA. LIBRO. CAPITULO 2



LA SOBERBIA

CRISTO TRAICIONADO

2
EL HEREJE CONSENTIDO

Exhortación a la conversión. El
mes octavo del año segundo de
Darío fue dirigida esta palabra del
Señor al profeta Zacarías, hijo de
Berequías, hijo de Idó: El Señor se irritó
grandemente con vuestros padres. Les
dirás: Volved a mí, palabra del Señor
todopoderoso, y yo me volveré a
vosotros, dice el Señor todopoderoso.
(Zacarías. Restauración del templo de la ciudad, 1-4)


En realidad, en el Colegio Cardenalicio, los novicios, más que ser instruidos en la fe cristiana, la labor que desempeñaban estaba más cerca del famulicio que del aprendizaje de las líneas teológicas que Roma imponía. Para mejor desarrollar las tareas allí encomendadas, uno debía de ser audaz y virtuoso en cuanto al rápido entendimiento de lo que de verdad ocurría. La presteza acercaba al poder, dado que cuanto más pronto uno eligiera a su mentor eucarístico, el que a partir de aquel momento iba a convertirse en su eterno confesor y quien iba a prepararle el camino más directo hacia Dios, antes podía poner en marcha su ascenso a la Curia Regia, más dádivas y prebendas podía obtener de su confesor, casi siempre un cardenal, y más agasajos y  mejores tratos recibiría. En ello iba la vida, pues estos eternos suplicantes, todos huérfanos, no tenían a nadie en quien confiar. El novicio Justo era el más aventajado.

Cardenal Pax, ¿ en verdad os agradaría que acudiese esta noche a vuestros aposentos a recitaros poesía, es cierto que vais a halagarme con semejante placer?

Querido Justo, no sólo quiero que te acerques a leerme tu poesía bendecida por Dios. A decir verdad, quiero aprovechar el silencio de la noche para que me informes, quién mejor que tú, de los últimos acontecimientos ocurridos. Temo que tras la expulsión de tu buen amigo Il Moro, a quien tanto aprecio teníamos entre la curia, el miedo haya hecho mella en los más débiles de espíritu. Más aun, tengo algunas preguntas, estas más íntimas, que deseo respondas con la candidez y la velocidad de la que siempre haces gala.

Cardenal, vos sabéis que desde que entré al servicio de vuestra excelencia, nunca os he fallado. Nada me agrada más que veros feliz y si además con mis palabras y sonrisas puedo hacer más virtuosa, vuestra ya de por sí santa vida, mejor que mejor. Decidme padre, decidme, ¿ esas preguntas íntimas tienen que ver con lo ocurrido en los jardines que con tanto esmero cuida y vigila el Cardenal Florido?

Sí, hijo, sí. Pero hablaremos de eso más tarde. Ahora retírate y cumple las lecturas que el padre Póstumo ha recomendado para la liturgia de hoy.

En seguida, Cardenal, en seguida.

Justo se retiró raudo y asustado. Sabía que lo ocurrido en el jardín ya era conocido por el Cardenal Maledetto. Lo que le preocupaba era el tono misterioso de la pregunta. ¿ Si el Cardenal, indirectamente, le concedía permiso para sus encuentros semanales con la dulce Némesis, púbera que vivía de la mendicidad del Colegio, qué preguntas eran las que le rondaban por tan excelsa cabeza?


*

En el claustro sonaban las  voces de los eunucos, retumbaban las paredes y el cielo se hacía visible. La emoción llamaba a la paz, haciéndose palpable la presencia del Salvador. Carmen tras carmen, el latín invitaba, en un gaudium místico, goteo de oro, a refugiarse en el perdón. Octavio lloraba.

Octavio, Octavio, por qué lloras - preguntó susurrando el Cardenal Famélico.

Ilustrísima, estos cantos ciegan mi mente trayendo del olvido mis más tiernos anhelos. Mi madre, sus caricias y sus besos, los deseo con impaciencia. Mi padre, sus manos rugosas y su voz viril, son ecos que no puedo apagar. Mis hermanos, sus pómulos y caricias, los deseo, los deseo...

Octavio, hijo del Señor Todopoderoso, cómo es posible que recuerdes eso si desconoces a tu familia, si fuiste traido por gracia divina al redil del pastor, donde las almas impuras encuentran su salvación. No llores, Octavio, no llores, que Dios está contigo, que yo, tu confesor, te guío y protejo. No sabes que aquí, querido novicio, entre nosotros, estás más cerca del Paraíso que si estuvieras mezclado entre esa masa de infieles no creyentes, aduladores diletantes de un crucifijo que siempre estuvo lejos de ellos. Octavio, mi bien amado, ven que te abrace.

Pero Cardenal Famélico, ¿ no es cierto que nuestro Señor Jesucristo tuvo padre en José, madre en María, Virgen Santísima, y hermanos? ¿No es cierto, padre mío, que Jesús prefirió el contacto con el vulgo, las prostitutas, los ladrones y avariciosos mercaderes antes que refugiarse en el sepulcro de la intimidad?

Querido Octavio, es evidente que estos cantos nostálgicos han convertido tu mente en una bodega de diablos, el mal se ha inspirado en tu alma piadosa para invadirte con sueños maliciosos y mentirosos. Debes fortalecerte con la oración y la soledad. Creo que de momento sería beneficioso para tu espíritu recluirte por un tiempo en el ala de los macilentos. Hablaré con el padre Corrector para que te reciba y cure las llagas que el heraldo del Infierno ha inseminado en tu joven testa. Octavio, vámonos, hemos de poner rápida solución a tu estado de ánimo. Y recuerda: la fortaleza está en la fe, la debilidad, en el recuerdo y el llanto.

Decís bien, Cardenal Famélico, que haría yo de no ser por vos, mi único padre. Ayudadme, pronto.


*

La jornada había transcurrido serena y dulce, a no ser por la anécdota del novicio Octavio. La hora sexta se acercaba y Justo recordaba las palabras de su mentor. Pronto tendría que responder.

Cardenal Pax, soy Justo, vuestro discípulo. Abrid, abrid.

Justo, mi Justo, mi siempre atento alumno, pasa y llena el camastro con tu ínclito espíritu. Pasa.
Bien, padre, vos diréis las preguntas que he de responderos.

Justo.

Sí, padre.

¿Te he hablado alguna vez del pecado de la mentira, del sofoco que provoca en Dios nuestro señor el que sus hijos no confiesen sus actos impúdicos, sus devaneos con el mal?

Sí, Cardenal, sí.

Sabrás, no me cabe la menor duda, que cualquier secreto que escondas debe de ser recitado en confesión si en verdad deseas ser emisario de Cristo, ¿no?

Sí, mi Cardenal, claro que lo sé.

Entonces, tienes algo que decirme que yo desconozca.

No, señor, todo lo sabéis, nada hago sin contar con vuestra permisividad.

Ya lo sé, hijo, ya lo sé. Pero hay matices, detalles que uno no debe de dejar escapar, pues es en el axioma más pequeño donde a veces se refugia el pecado más contumaz. ¿Me entiendes?

No, padre, no. ¿Os referís al jardín?

Sí.

Y que queréis que os diga que ya no sepáis. Sabéis que me encuentro con la povera Némesis, que cuido de ella y que la mimo como mejor conozco.

Eso es lo que me preocupa, Justo, los mimos. Los mimos andan de la mano de la lascivia y para despojar a la lascivia de su atuendo maléfico, el consentido, en este caso tú, debe de contar bajo secreto de confesión todos los detalles que rodean las caricias. De no ser así tu alma será impúdica y ya nada podré hacer por ti.

Os contaré lo ocurrido.

Te escucho atento.

Cuando el amanecer se hace anunciar, hacia las seis en verano, todos los jueves, salgo corriendo hacia el olivo que preside el jardín del Cardenal Florido y que nosotros llamamos jardín de las frutas. Una vez allí espero un rato breve, hasta que Némesis llega. Siempre viste faldas largas y de flores. El olor que desprende es fresco, parece ser que se lava antes de venir...

Sigue, Justo, no tenemos toda la noche.

Lo primero que hacemos es abrazarnos y besarnos. Todo resulta tan agradable...


ADENDUM

La putita Némesis, así la catalogó el Cardenal Pax et Bellum, se convirtió en el secreto mejor guardado entre el alumno y su maestro. Justo contaba todos los jueves al Cardenal lo ocurrido en la mañana. El Cardenal le expiaba sus pecados y Justo seguía cumpliendo a la perfección su papel de instigador, chivato y hereje consentido.

LA SOBERBIA. LIBRO

A partir de hoy y en 21 posts voy a subir, capítulo a capítulo, el libro titulado "LA SOBERBIA". El libro "La Soberbia" nunca ha sido publicado aunque sí que está registrada su autoría.

Extracto: Retrato del poder de la Iglesia Católica Romana y del Islam a través de un personaje común. Ficción ensayo que relata la psicología del poder y la bondad que encierran estas dos religiones dominantes cuyo único fin es PUBLICITAR LA FE.



LA SOBERBIA



Ahora bien, el auténtico tesoro, el fin de nuestras
miserias y esfuerzos, nunca está lejos, no debe buscarse
en una región distante; está en lo más íntimo de
nuestros hogares, o sea, nuestro ser. Pero se produce
el extraño y persistente hecho de que sólo tras un viaje
justo a remotas regiones, un país extranjero o una tierra
extraña, el sentido de la voz interior que guiará nuestra
búsqueda puede revelarse ante nosotros.

                    Heinrich Zimmer


Y todo creencia. Afirmo, creo,como poeta, como creador,
mirando al pasado, al recuerdo; niego, descreo,
como razonador, como ciudadano, mirando al presente, y
dudo, lucho, agonizo como hombre, como cristiano,
mirando al porvenir irrealizable, a la eternidad.

Miguel de Unamuno


ÍNDICE

CRISTO TRAICIONADO

Il Moro escupe a la cruz.
El hereje consentido.
Los Evangelios Apócrifos.
Judas Iscariote.
Las negaciones de Pedro.
Las persecuciones.
La Papisa Juana.
Mi casa es casa de oración.
Jeremías con Godolías
Muerte y Resurreción.
La soberbia.

MUERTE DEL PROFETA

Al-Fatiha.
El hijo de Fatuma.
¡Perezcan!
Aparición del Ifrit.
¡Sed monas abyectas!
Los creyentes.
La condena.

EL DESIERTO

El plenilunio.
El alba.
El infierno


CRISTO TRAICIONADO

1
IL MORO ESCUPE A LA CRUZ


Te ofreceré sacrificios en acción de gracias
e invocaré tu nombre, Señor;
cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
(Salmos, Acción de gracias por la liberación, 116, 17-19)



...Cardenal, Cardenal, - gritaba el huérfano -, Il Moro he escupido a la cruz del Padre Póstumo, y en la sacristía, mientras nos preparaba para la sagrada comunión. ¡Ay, Cardenal, que ultraje! ¡Il Moro, Il Moro ha escupido en la casa de Dios, ensuciando nuestra fe, maldiciendo al Hijo de nuestro Señor, llenando de oprobio y sonrojo a sus hermanos, desprestigiando nuestro ilustre Colegio Romano! ¡Cardenal!


El Cardenal, cuyo gentilicio obedecía a las iniciales de P.B, Pax et Bellum, era de origen húngaro, hombre bregado en la lucha contra el comunismo y defensor a ultranza de la piadosa misión que los Cruzados desarrollaron en Tierra Santa. Era mejor conocido como el Maledetto.


¿Qué ocurre, Justo, qué son esas voces y ese griterío que te traes y que turba la paz de esta santa casa? Dime, ¿qué te hace llegar a mí con tanta ilusión, será que has vuelto a descubrir a algún infiel entre tus hermanos de claustro? Dime, Justo, dime.


Padre, padre mío, Il Moro nos ha traicionado.


Cuéntame, hijo, dame detalles.


Padre, mientras estábamos en la capilla, escuchando atentamente las lecturas del padre Póstumo, esas exégesis tan brillantes que siempre nos recita para mantener alerta nuestra fe e inteligencia contra los demonios de la conciencia, que día tras día nos atacan, Il Moro, incorporándose, se acercó con paso firme y veloz a la sacristía e hincando la rodilla izquierda, signo que nosotros interpretamos como reverencia hacia nuestro Señor Jesús y como respeto hacia sus eminencias, balbuceó unas palabras incomprensibles, como si estuviera poseído por el diablo. Tras presenciar, todos los que allí estábamos, padre, todos, como unas convulsiones, seguro llegadas desde el infierno, le poseían el alma, se abalanzó sobre su Excelencia dejándole caer, justo en el pecho, siempre guardado por el símbolo del crucificado, una pasta verdosa, como gelatina o almizcle adobado, que cubrió la tez del Prometido, sembrando el pánico entre todos los novicios, que aterrados por la escena salimos corriendo de la sacristía.


Y dime, Justo, qué es lo que hizo el padre Póstumo.


Nada, padre, nada. Sólo se limitó a llamar a voces al padre Traditio, quien al oír lo sucedido mandó encerrar a Il Moro en el sótano que nosotros gustamos llamar el umbral del impío.




ADENDUM


Il Moro, a quien denominaban así por el color de su piel y por desconocer quién había sido su progenitor, era el hijo de una buena mujer, vecina de Nápoles, quién en unos de esos devaneos de la juventud se había quedado embarazada de un mozo, bien hermoso, que le prometió matrimonio para luego abandonarla.


En esa búsqueda desesperada de cobijo y refugio, tras ser tantas veces repudiada por una población, miserable e inmisericorde, que la acusaba de putana, y dadas sus creencias religiosas, que de ninguna manera le permitían deshacerse del feto, ya concebido, decidió refugiarse en el Colegio Cardenalicio, centro de de poder que marcaba para ella la seguridad de la protección de Cristo, su única religión, el que protegía a los necesitados.


El Colegio adoptó a la mal afortunada niña con la condición de que renunciara a los derechos maternos. Es decir, su hijo pasaría a ser huérfano d madre y padre, ingresando en las filas de lo que a partir de entonces iban a ser los hijos de la Inquisición.


Nada de esto conocía la madre, mucho menos el neonato. Su futuro a partir de aquel día iba a ser defender a Cristo. Su misión, publicitar la fe.


En cuanto al castigo por semejante ultraje a la ley divina, es decir, el escupitajo, los peores presagios se cumplieron. El huérfano fue acusado de ser hijo de mujer díscola, de padre borracho y libertino, hijo del demonio, poco dotado para ser merecedor de las atenciones de la Iglesia.


Il Moro fue expulsado y se dedicó a la mendicidad.
Su pecado: una indigestión.
 CAPITULO 2