CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
LA SOBERBIA
CRISTO TRAICIONADO
4
JUDAS ISCARIOTE
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los sumos
sacerdotes y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entrego?
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde ese
momento buscaba oportunidad para entregarlo.
(Mateo, Traición de Judas, 26-5, 14,16)
JUDAS ISCARIOTE
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los sumos
sacerdotes y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entrego?
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde ese
momento buscaba oportunidad para entregarlo.
(Mateo, Traición de Judas, 26-5, 14,16)
La madrugada del catorce de septiembre de 1989, día de la Exaltación de la Santa Cruz, fue testigo de uno de los acontecimientos más sibilinos de la historia de la Iglesia Católica, marcando fuertemente, a partir de entonces, el funcionar del Colegio Cardenalicio.
Esa mañana el Consejo de Cardenales tenía que reunirse para elegir al nuevo director del noviciado, un puesto de relevancia al que se presentaban las cabezas más dogmáticas y urdidoras de las sectas de la Iglesia. El interés del nombramiento residía en que era a través de esta dirección como se podía propagar de manera más fácil y eficaz las doctrinas de cada cuartel eclesiástico, pues la elección de los cuadernos teológicos y las editoriales a utilizar dependían directamente del nuevo Ministro del Señor, a punto de ser nombrado.
La batalla se presentaba cruenta. Por una parte los hijos de Loyola, con su nueva Teología Libertaria, pretendían humanizar la misión educadora de la representante de Cristo en la Tierra, la Iglesia. Sus ideas eran casi revolucionarias para el otro gran competidor, la Obra de Dios, que resumía su propuesta de acercamiento a la fe de Cristo en la siguiente sentencia: Necesitamos Santos, no ideólogos. Dado que la ideología libertaria era considerada cercana a la izquierda recalcitrante y comunista de América Latina, los militantes de la segunda secta hacían lo imposible por contrarrestar la buena aceptación que la primera estaba teniendo en el continente americano. Para los primeros la labor evangelizadora pasaba por una justicia social palpable, es decir, un sistema educativo al alcance de todos, un bienestar que garantizase la sanidad y el respeto a los derechos humanos, en resumen, un control al neocapitalismo. Los segundos, más intrasigentes y fortalecidos por la postura conciliadora del Pontifice, proponían la justicia del Anticristo: dar de comer al hambriento para luego hacerlo virtuoso.
Es aquí donde se fraguó la enemistad del Cardenal Heterodoxia con el Cardenal Pax et Bellum. Heterodoxia era en aquel momento introductor de Embajadores en el Vaticano y esto le permitía conocer de primera mano todos los posicionamientos de los miembros del Consejo. Las atenciones que Su Santidad tenía con él pronto se diluirían al ser nombrado director del Colegio el Cardenal Fidelio. Por otra parte, Bellum, director del Instituto de Santificaciones y Epifanías, trabajaba intensamente, día y noche, sin descanso alguno, en la presentación de un documento que facilitara el nombramiento papal de Santo de devoción al fundador de la Obra de Dios. Este proceso de santificación, tedioso en su conjunto, dada la inmensa documentación a recoger, las pruebas que se requerían y la lentitud de la burocracia vaticana, solía demorarse hasta quince años. Tras el nombramiento del candidato del Cardenal Heterodoxia como director del Colegio, Su Santidad decidió otorgar privilegio, por el método de urgencia, al nombramiento del Santo. En tres años todo estuvo listo y un nuevo ilustre llegó a lo más alto de la Iglesia Católica: la póstuma santidad.
Una de la madrugada del catorce de septiembre de 1989. En los aposentos del Cardenal Inicuo se encuentran reunidos cuatro Cardenales más, todos cercanos a la la Obra de Dios. Son los siguientes: el Arzobispo Dogma, Monseñor Réprobo, el Cardenal Nicetas y el Cardenal Pax et Bellum, todos miembros del Colegio Cardenalicio.
Queridos prelados - comenzó el Arzobispo Dogma -, este encuentro tan intempestivo no es común ni habitual, ya lo sé, ya lo sé, pero tampoco es común y menos aún baladí el Consejo que mañana nos ocupa. Del resultado que en pocas horas otorgue la urna se podrán desprender grandes ilusiones para nuestra nueva idea del mensaje crístico, o grandes desastres. El Consejo, ya bien lo sabéis, está compuesto por once ilustres. En la actualidad nosotros controlamos cinco de los once votos, el Libertador de Almas otros cinco, y ahora viene lo interesante, el Cardenal Prudentio se mantiene independiente. Por lo tanto las posibilidades de obtener mayoría son las siguientes. Primera, que el Cardenal Prudentio vote a nuestro favor, asunto que ahora trataremos, y segunda, que el Cardenal Prudentio se abstenga, con lo cual sería su Santidad el que tendría la última palabra, asunto que no ha de preocuparnos, ahora entenderéis el por qué.
El Cardenal Inicuo empezó a impacientarse ante la posibilidad de una derrota. El resto escuchaban atentos las explicaciones de Dogma.
Por lo que respecta al voto favorable - continuaba el Arzobispo Dogma - del Cardenal Prudentio tengo varias dudas. Nunca a expuesto claramente sus ideas evangelizadoras, es gato viejo y siempre lo recuerdo como un artificiero del arte de la retórica y la prudencia. Siempre a encontrado cargos de relevancia entre la curia regia y ha sido consejero espiritual de varios pontífices. No tiene enemigos conocidos y su voto es un misterio.
Mira Dogma, - saltó nervioso el Cardenal Inicuo -, creo que dada la dilatada carrera de Prudentio, y si tomamos como referencia sus posturas siempre favorables al Papa regente, sería conveniente sugerirle la abstención. Por un lado él no se enfrentaría al Pontífice actual, ni tampoco al próximo. Si además le acompañamos la propuesta con un nuevo cargo, ya pensaremos cual, creo que lo aceptará - dijo riendo. Bien sabéis vosotros de esos azares de la vida, ¿no es así, amigos?
Espera un segundo, no te precipites, que la impaciencia siempre es mala consejera. En principio - adujo Monseñor Réprobo - estás dando por hecho el voto del Pontífice y eso está por decidir. Es cierto que siempre ha sido receptivo a nuestras propuestas, pero yo, ya sabes, como Santo Tomás: el dedo en la llaga.
Escuchar un momento - volvió a intervenir el Arzobispo Dogma -, Inicuo está en lo cierto.
Pero como puedes decir eso - dijo Nicetas.
Escucha lo que tengo que decir, escucha, imprudente - volvió a intervenir Dogma -. Su Santidad va a acercarse esta noche a estos aposentos. He hablado con él esta tarde y me ha confesado estar un poco hastiado de esa nueva teología libertaria y de sus flojos fundamentos. Dice que Roma, Europa, es la cuna del Cristianismo, y que en América lo único que surgen son movimientos feministas, proabortistas y ateos. añade que empieza a cansarse de esta eterna lucha, y que lo que hace falta es más fe, más fe y menos ideas renovadoras.
Toc, toc - se oyó tras la puerta.
Su Santidad, Su Santidad - dijo el Cardenal Pax. Abrir, abrir rápido.
*
Esa misma noche del catorce de septiembre de 1989, sin nadie sospecharlo, Prudentio tuvo un sueño muy real. De repente le vinieron a la memoria, y sin saber por qué, imágenes de aquel novicio francés, Néstor se llamaba. Néstor le acusaba de haberle robado la ingenuidad, la infancia y la razón. Le acusaba de haberle confundido y de alejarle de sus hermanos los hombres. Néstor, siempre en el sueño de Prudentio, lloraba a lágrima viva.
Prudentio le decía:
Qué te he hecho yo, joven Néstor, qué te he hecho yo para que me asustes de esa manera.
Ya no recuerdas mi muerte, no recuerdas que después de estar encerrado en el umbral del impío, durante dos semanas, me recibiste en tu habitación y me preguntaste: Néstor, se te han pasado ya esas falsas ansias de decirle al Director del Colegio lo que hay entre nosotros, dime, está tu alma en paz. ¿No lo recuerdas, no recuerdas mi respuesta?
No, Néstor, no - decía el Cardenal en el sueño.
Pues déjame que te lo recuerde, Cardenal. Te dije que no, que iba a hablar con el Cardenal Fenicio nada más despejar el día, y que le iba a contar todas las vejaciones a las que me sometías. ¿Te acuerdas, te acuerdas ya?
Pero Néstor, si tú ya no existes, si estás muerto.
¿Muerto? Muerto por ti que me empujaste desde la ventana del patio, para así hacerme callar. ¿Muerto?, Prudentio, muerto de cuerpo, pero no de alma. Y aquí estoy para hablarte, para no darte descanso.
Dime, Néstor, qué quieres, dímelo ya, que quiero acabar con esta pesadilla.
Escucha atentamente lo que te digo, Cardenal Prudentio: esta noche, cuando yo marche y tu despiertes, vendrán a tu habitación el Cardenal Nicetas y el Cardenal Pax, el Maledetto, a pedirte el voto de mañana. Te ofrecerán una canonjía, Consejero de su Santidad. Cuando esto te propongan, contestarás que sí y te mostrarás adulador con su oferta.
Pero...
Pero calla, calla y no me interrumpas. Como te decía, a la mañana siguiente, cuando hayas de depositar el tu voto secreto, votarás en contra de ellos, des decir, a favor del candidato que proponen los Cardenales Heterodoxia y Venancio el Casto. De esta manera mi alma descansará en paz y ya nunca más sabrás de mí. Recuerda esto cuando despiertes si deseas que nuestra historia permanezca en el anonimato. Que así sea.
ADENDUM
La mañana de la votación llegó. El Cardenal Prudentio fue a escribir su voto. Por un momento dudó y escribió la inicial del candidato del Cardenal Dogma. Al levantar la cabeza para una última reflexión, miró a la ventana del patio. allí estaba Néstor, asomado y señalándole con el dedo decía: Cardenal Fidelio, Cardenal Fidelio, el hombre de Heterodoxia. Así lo hizo.
Los cinco cardenales cercanos a Loyola, el Cardenal Heterodoxia, el Cardenal Inocencio, el Cardenal Bienvenida, el Cardenal Venancio el Casto, y el Cardenal Próspero se abrazaron tras conocer el resultado. Su Santidad, al enterarse del resultado por boca del Cardenal Inicuo, se presentó en los aposentos de Prudentio. Este, al abrir la puerta y ver al Pontífice se hecho las manos a la cara. Las plabras del Santo Padre fueron estas: Judas, Judas, eres peor que Judas.
El Cardenal Prudencio murió a los dos años, el día catorce de septiembre de 1991, recibiendo los santos sacramentos. Su legado: una carta dirigida a su Santidad y al Cardenal Pax et Bellum. El encabezamiento decía: Los demonios del alma existen. El catorce de septiembre de 1989, a las tres de la madrugada tuve una visión.
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