1.11.09

LA SOBERBIA. LIBRO

A partir de hoy y en 21 posts voy a subir, capítulo a capítulo, el libro titulado "LA SOBERBIA". El libro "La Soberbia" nunca ha sido publicado aunque sí que está registrada su autoría.

Extracto: Retrato del poder de la Iglesia Católica Romana y del Islam a través de un personaje común. Ficción ensayo que relata la psicología del poder y la bondad que encierran estas dos religiones dominantes cuyo único fin es PUBLICITAR LA FE.



LA SOBERBIA



Ahora bien, el auténtico tesoro, el fin de nuestras
miserias y esfuerzos, nunca está lejos, no debe buscarse
en una región distante; está en lo más íntimo de
nuestros hogares, o sea, nuestro ser. Pero se produce
el extraño y persistente hecho de que sólo tras un viaje
justo a remotas regiones, un país extranjero o una tierra
extraña, el sentido de la voz interior que guiará nuestra
búsqueda puede revelarse ante nosotros.

                    Heinrich Zimmer


Y todo creencia. Afirmo, creo,como poeta, como creador,
mirando al pasado, al recuerdo; niego, descreo,
como razonador, como ciudadano, mirando al presente, y
dudo, lucho, agonizo como hombre, como cristiano,
mirando al porvenir irrealizable, a la eternidad.

Miguel de Unamuno


ÍNDICE

CRISTO TRAICIONADO

Il Moro escupe a la cruz.
El hereje consentido.
Los Evangelios Apócrifos.
Judas Iscariote.
Las negaciones de Pedro.
Las persecuciones.
La Papisa Juana.
Mi casa es casa de oración.
Jeremías con Godolías
Muerte y Resurreción.
La soberbia.

MUERTE DEL PROFETA

Al-Fatiha.
El hijo de Fatuma.
¡Perezcan!
Aparición del Ifrit.
¡Sed monas abyectas!
Los creyentes.
La condena.

EL DESIERTO

El plenilunio.
El alba.
El infierno


CRISTO TRAICIONADO

1
IL MORO ESCUPE A LA CRUZ


Te ofreceré sacrificios en acción de gracias
e invocaré tu nombre, Señor;
cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
(Salmos, Acción de gracias por la liberación, 116, 17-19)



...Cardenal, Cardenal, - gritaba el huérfano -, Il Moro he escupido a la cruz del Padre Póstumo, y en la sacristía, mientras nos preparaba para la sagrada comunión. ¡Ay, Cardenal, que ultraje! ¡Il Moro, Il Moro ha escupido en la casa de Dios, ensuciando nuestra fe, maldiciendo al Hijo de nuestro Señor, llenando de oprobio y sonrojo a sus hermanos, desprestigiando nuestro ilustre Colegio Romano! ¡Cardenal!


El Cardenal, cuyo gentilicio obedecía a las iniciales de P.B, Pax et Bellum, era de origen húngaro, hombre bregado en la lucha contra el comunismo y defensor a ultranza de la piadosa misión que los Cruzados desarrollaron en Tierra Santa. Era mejor conocido como el Maledetto.


¿Qué ocurre, Justo, qué son esas voces y ese griterío que te traes y que turba la paz de esta santa casa? Dime, ¿qué te hace llegar a mí con tanta ilusión, será que has vuelto a descubrir a algún infiel entre tus hermanos de claustro? Dime, Justo, dime.


Padre, padre mío, Il Moro nos ha traicionado.


Cuéntame, hijo, dame detalles.


Padre, mientras estábamos en la capilla, escuchando atentamente las lecturas del padre Póstumo, esas exégesis tan brillantes que siempre nos recita para mantener alerta nuestra fe e inteligencia contra los demonios de la conciencia, que día tras día nos atacan, Il Moro, incorporándose, se acercó con paso firme y veloz a la sacristía e hincando la rodilla izquierda, signo que nosotros interpretamos como reverencia hacia nuestro Señor Jesús y como respeto hacia sus eminencias, balbuceó unas palabras incomprensibles, como si estuviera poseído por el diablo. Tras presenciar, todos los que allí estábamos, padre, todos, como unas convulsiones, seguro llegadas desde el infierno, le poseían el alma, se abalanzó sobre su Excelencia dejándole caer, justo en el pecho, siempre guardado por el símbolo del crucificado, una pasta verdosa, como gelatina o almizcle adobado, que cubrió la tez del Prometido, sembrando el pánico entre todos los novicios, que aterrados por la escena salimos corriendo de la sacristía.


Y dime, Justo, qué es lo que hizo el padre Póstumo.


Nada, padre, nada. Sólo se limitó a llamar a voces al padre Traditio, quien al oír lo sucedido mandó encerrar a Il Moro en el sótano que nosotros gustamos llamar el umbral del impío.




ADENDUM


Il Moro, a quien denominaban así por el color de su piel y por desconocer quién había sido su progenitor, era el hijo de una buena mujer, vecina de Nápoles, quién en unos de esos devaneos de la juventud se había quedado embarazada de un mozo, bien hermoso, que le prometió matrimonio para luego abandonarla.


En esa búsqueda desesperada de cobijo y refugio, tras ser tantas veces repudiada por una población, miserable e inmisericorde, que la acusaba de putana, y dadas sus creencias religiosas, que de ninguna manera le permitían deshacerse del feto, ya concebido, decidió refugiarse en el Colegio Cardenalicio, centro de de poder que marcaba para ella la seguridad de la protección de Cristo, su única religión, el que protegía a los necesitados.


El Colegio adoptó a la mal afortunada niña con la condición de que renunciara a los derechos maternos. Es decir, su hijo pasaría a ser huérfano d madre y padre, ingresando en las filas de lo que a partir de entonces iban a ser los hijos de la Inquisición.


Nada de esto conocía la madre, mucho menos el neonato. Su futuro a partir de aquel día iba a ser defender a Cristo. Su misión, publicitar la fe.


En cuanto al castigo por semejante ultraje a la ley divina, es decir, el escupitajo, los peores presagios se cumplieron. El huérfano fue acusado de ser hijo de mujer díscola, de padre borracho y libertino, hijo del demonio, poco dotado para ser merecedor de las atenciones de la Iglesia.


Il Moro fue expulsado y se dedicó a la mendicidad.
Su pecado: una indigestión.
 CAPITULO 2

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